La Primera Guerra Mundial: La Batalla de Verdún
Verdún es el prototipo del combate de desgaste característico de la primera guerra mundial en el frente occidental. Destinada a destruir las reservas francesas, la batalla atrajo también a un número enorme de soldados alemanes y terminó sin un resultado decisivo.
Datos de la batalla de Verdún
Quiénes: El segundo ejército francés bajo el mando del general Henri Pétain (1856-1951), posteriormente reemplazado por el general Robert Nivelle (1856-1924), frente al quinto ejército alemán bajo el mando del príncipe heredero Guillermo (1882-1951), con el general Erich von Falkenhayn (1861-1922) como jefe del estado mayor.
Verdún
Verdún era un objetivo ideal por muchos motivos. Situada en un meandro del río Meuse, la ciudad tenía malas comunicaciones. Solo había una carretera que entrara y saliera de la ciudad. Los problemas logísticos del ataque se facilitaban por el hecho de que había una terminal ferroviaria alemana importante a solo 20 km de distancia, lo cual permitiría el rápido transporte de municiones, provisiones y refuerzos a medida que avanzara el ataque. Verdún se hallaba en un sector relativamente tranquilo del frente, y muchos de los cañones pesados de sus fuertes habían sido enviados a otros sectores, donde parecía hacer más falta. Estaba guarnecida por tres divisiones, lo cual representaba unas defensas bastante ligeras.
Los planes ofensivos alemanes incluían la reunión de 10 divisiones para realizar el ataque en sí, respaldadas por «baterías de infantería» experimentales con cañones de campaña de 77 mm, que debían avanzar con la infantería para ofrecer respaldo directo, aunque en realidad fueron incapaces de cruzar el yermo despedazado por los bombardeos. Otra nueva arma debutó también en Verdún: el lanzallamas. El ataque fue respaldado por grandes cantidades de cañones pesados, más de 1.400 piezas en total. Entre ellas había armas enormes de 420 y 305 mm, que se habían utilizado anteriormente para reducir fuertes en Bélgica. Se desplegaron también más de 500 lanzaminas. Estos disparaban un proyectil explosivo de 45,3 kg, que podía tener un efecto mortal si caía en una trinchera. También disponían de armas más ligeras, como morteros de trinchera.
La ofensiva llevó el nombre en clave de Operación Gericht (Juicio). Su objetivo era forzar a los franceses a una batalla de desgaste en condiciones desiguales. Si no aceptaban el desafío, Verdún caería. Si se mantenían firmes y luchaban, su ejército se desangraría y, finalmente, se vería obligado a pedir la paz. La operación estaba programada para el 10 de febrero, pero se retrasó por el mal tiempo hasta el 21. Aunque los preparativos para la operación fueron observados, no se realizó ningún intento para reforzar Verdún, y la arremetida inicial de la artillería cogió desprevenida a la guarnición.
La descarga final
Al amanecer del 21 de febrero de 1916, el aire helado fue destrozado por el zumbido de los proyectiles pesados, y por el silbido y las explosiones de las armas antipersona. En las 12 horas siguientes cayeron más de dos millones de proyectiles en las posiciones avanzadas francesas, tras lo cual la infantería inició su ataque. Durante los dos primeros días, las fuerzas alemanas hicieron relativamente pocos avances; sin embargo, el día 24 atravesaron la línea defensiva principal, tomando 10.000 prisioneros y capturando 65 piezas de artillería. La infantería iba precedida en sus ataques de una cortina escalonada de fuego del inmenso número de cañones que tenía a su disposición, que destrozaba las defensas y obligaba a los supervivientes a ponerse a cubierto.
Entre la abrumadora cortina de artillería, lo repentino del ataque y el tiempo frío, los franceses quedaron paralizados. Algunas unidades se desbandaron y huyeron a la retaguardia, dejando áreas débiles en las defensas, por las que avanzaron las tropas de asalto alemanas.
Se suponía que Verdún era invencible; una comisión militar francesa lo había confirmado en 1915 y había despedido a un general por decir lo contrario. Sin embargo, el 25 de febrero, el fuerte Douaumont, un componente clave de las defensas de la ciudad, cayó ante el asalto alemán. Esto fue un duro golpe para la moral francesa, aunque podía haberse evitado si la guarnición no hubiera sido despojada por completo. La infantería defensora se había desbandado bajo el bombardeo, dejando a un pelotón de artilleros como únicos defensores. Una patrulla alemana de nueve hombres encontró una entrada en el fuerte y descubrió que estaba prácticamente indefenso. Condujeron a 300 de sus compañeros al interior y capturaron la pieza clave de las defensas de Verdún casi sin hacer un solo disparo.
Pétain toma el mando
Al mismo tiempo que el enemigo capturaba el fuerte Douaumont, el general Pétain llegaba para hacerse cargo de las defensas de Verdún. Halló una situación desesperada, con una única ruta de aprovisionamiento de la ciudad a lo largo de una carretera y un ferrocarril de vía estrecha a su lado. Esta carretera, llamada La Voie Sacrée, era el cordón umbilical de Verdún, y la primera tarea de Pétain fue mejorarla. Miles de hombres trabajaron para ensanchar la carretera. Cuando terminaron, unos 6.000 camiones podían utilizar la carretera cada día, y más de medio millón de soldados, con todos sus pertrechos, entraron y salieron de la ciudad por ella. Pétain decidió que las unidades solo prestarían servicio en turnos de 15 días en las trincheras para darles tiempo a descansar y recuperarse, de forma que La Voie Sacrée contempló un interminable raudal de unidades que se turnaban, yendo y viniendo de la línea del frente. Aunque Pétain había mejorado la situación logística, las cosas seguían estando mal. La lucha disminuyó al final de febrero, para ser reanudada el 5 de marzo.
Se renueva el ataque
La nueva ofensiva alemana se lanzó a lo largo de la orilla occidental del Meuse, directamente contra una defensa bien preparada. Pétain había desplegado a sus mejores soldados para enfrentarse a este asalto, y estaban respaldados por una potente concentración de artillería. Este asalto significó una especie de punto de inflexión en la defensa de Verdún. Los artilleros franceses no solo infligían horrendas bajas a los atacantes, sino que enviaban un fuego contrabatería efectivo a la artillería enemiga. A mediados de abril todos los cañones pesados del lado alemán estaban fuera de combate, y la artillería alemana sufrió otro duro golpe cuando un proyectil cayó entre casi medio millón de proyectiles de artillería pesada almacenados en el bosque de Spincourt.
Los ataques continuaron durante abril y hasta mayo, y, efectivamente, amenazaron con «sangrar al ejército francés hasta la muerte». No obstante, las ventajas fueron relativamente escasas, y cuando Pétain fue relevado por el general Robert Nivelle, los franceses empezaron a recuperar su espíritu ofensivo.
Nivelle asume el mando
Pétain había sido el defensor de Verdún y había evitado su caída. Entonces Nivelle tomó la ofensiva. El lema francés para Verdún era Ils ne passeront pas! (¡No pasarán!), aunque el objetivo de Nivelle consistía en algo más que atrancar la puerta: tenía intención de hacer retroceder los alemanes. Al principio Nivelle no pudo hacer más que Pétain; los ataques alemanes todavía lograban ventajas, y con el fuerte Douaumont en manos alemanas el corazón de la defensa era ahora el fuerte Vaux. Este protegía un área de terreno elevado, desde la cual los cañones alemanes podrían disparar directamente al interior de la ciudad y, más importante aún, a los puentes sobre los que entraban todos los suministros en la ciudad. El fuerte Vaux se convirtió en objetivo de los asaltos alemanes y, el 7 de junio, cayó en su poder. No obstante, el balance de fuerzas estaba cambiando. Nivelle era oficial de artillería y, bajo su mando, los cañones franceses se volvieron más efectivos. Incluso mientras los alemanes avanzaban hacia los fuertes supervivientes, Souville y Tavannes, sus bajas aumentaban. Las cosas estuvieron pendientes de un hilo hasta el final de junio y, a pesar del inicio de la ofensiva del Somme el 1 de julio, los alemanes continuaron avanzando, deslizándose cada vez más cerca de la ciudad. El 11 de junio un ataque llegó hasta el propio fuerte Souville, pero su fracaso señaló el fin de los intentos alemanes de tomar Verdún.
En adelante se encontraron a la defensiva, mientras los contraataques franceses empezaron a recuperar parte del terreno perdido.
Contraataques franceses
La posición de Nivelle mejoró con la ofensiva del Somme, que fue lanzada para reducir la presión sobre Verdún. No tuvo éxito como operación por sí misma, aunque consiguió atraer suministros y refuerzos que, en caso contrario, podrían ponerse en contra de los defensores de Verdún. A medida que disminuyó la presión, Nivelle lanzó contraataques para expulsar a los alemanes y retomar los fuertes perdidos. El mayor de estos tuvo lugar el 24 de octubre, contra el fuerte Douaumont, y participaron 170.000 soldados de infantería, 700 cañones y más de 150 aviones. Después de esto, los franceses avanzaron lentamente, retomando el fuerte Vaux a principios de noviembre. A mediados de diciembre, el ejército alemán se retiró de Verdún, dejando lo que quedaba de él en manos francesas.
La máquina de picar carne
Al final de la ofensiva de Verdún, los alemanes habían conseguido causar enormes bajas a los franceses, de hecho, 550.000. No obstante, esto solo se consiguió a costa de 450.000 bajas propias. Una baja alemana fue la carrera del general Falkenhayn. El 29 de agosto fue reasignado para mandar fuerzas que combatían contra el ejército rumano, que se había unido a los aliados el día anterior. Esta reasignación representaba, en realidad, una degradación. Falkenhayn fue sustituido por Hindenburg, con Ludendorff como intendente general. Acusar a Falkenhayn de la situación fue, quizá, injusto; en fecha tan temprana como marzo, él se había dado cuenta de que las bajas iban a ser demasiado elevadas y presionó para que se terminara la operación. No obstante, el príncipe heredero Guillermo insistió en continuar.
El plan inicial alemán era acertado: atacar algo que el enemigo tenía que defender y agotar sus recursos mediante bombardeos de artillería, seguidos de la ocupación del territorio devastado. No obstante, el ejército alemán cayó víctima del «deslizamiento de la misión», y en algún momento la captura de Verdún se convirtió en el objetivo de la operación. Este no era el plan original y Verdún no valía medio millón de soldados.
No obstante, a medida que se desarrollaba la batalla, el objetivo varió hasta que el ejército alemán se fue desgastando para tomar una ciudad que no deseaba ni necesitaba. Esto provocó pérdidas que no podían sostenerse y que eran completamente innecesarias.
Secuelas
Casi todas las divisiones francesas del frente occidental pasaron por la máquina de picar carne de Verdún. Un número algo menor de formaciones alemanas se alternaron en la ofensiva. Las enormes bajas de ambos bandos redujeron la potencia de combate y la moral de ambas fuerzas, y podría considerarse que la grave situación de Verdún fue lo que obligó a los aliados a llevar a cabo su costosa ofensiva del Somme, que, a su vez, costó a ambos lados un vasto número de bajas. El fracaso de los alemanes en la toma de Verdún fue un estímulo para la moral del bando aliado, y, aunque la ofensiva del Somme tampoco logró nada significativo, el ejército alemán se retiró hasta la línea Hindenburg en 1917.
Las enormes bajas de Verdún y del Somme tuvieron en parte la culpa del colapso de la moral francesa en 1917, del creciente cinismo y desconfianza de los comandantes entre las tropas inglesas y del declive del ejército alemán, que perdió a sus mejores líderes jóvenes en los encarnizados combates de 1916.
Quiénes: El segundo ejército francés bajo el mando del general Henri Pétain (1856-1951), posteriormente reemplazado por el general Robert Nivelle (1856-1924), frente al quinto ejército alemán bajo el mando del príncipe heredero Guillermo (1882-1951), con el general Erich von Falkenhayn (1861-1922) como jefe del estado mayor.
Cómo: La ciudad de Verdún fue asediada y los atacantes avanzaron mientras la artillería infligía tremendas bajas. Una contraofensiva recuperó finalmente el terreno perdido.
Dónde: La ciudad de Verdún, junto al río Meuse (Francia).
Cuándo: Del 21 de febrero al 18 de diciembre de 1916.
Por qué: El alto mando alemán quería atraer a las reservas francesas a una «máquina de picar carne» y destruirlas, obligando a los franceses a pedir la paz.
Resultado: Después de una espantosa contienda de desgaste, todo lo que se consiguió fueron cuantiosas bajas por ambos lados. A medida que la primera guerra mundial se convirtió en una guerra de trincheras a finales de 1914, se hizo más o menos imposible obtener una victoria tradicional sobre el enemigo. Anteriormente, la victoria se decidía por la derrota de un ejército en el campo, o por la ocupación (o la amenaza de ocupación) de áreas importantes, como las capitales. Eso, ahora, era simplemente imposible. Parecía no haber modo de abrirse camino a través de las líneas y capturar objetivos estratégicos, y las posiciones defensivas profundas hacían prácticamente imposible expulsar al enemigo del campo. El problema en ambos casos era la disponibilidad de reservas, unida a la capacidad de trasladarlar a un punto amenazado antes de que se pudiera explotar el éxito de un ataque.
La victoria en la Gran Guerra sería cuestión de agotar al bando contrario, o de hacer tan elevado el coste de continuar que la paz se volviera esencial. Mientras la oposición tuviera efectivos disponibles para llevarlos a la zona de combate, la guerra continuaría. El alto mando alemán, por tanto, propuso un plan para destruir las reservas francesas atrayéndolas hacia una «máquina de picar carne». El plan alemán era atacar algo que los franceses tuvieran que defender, y destruir su ejército con ataques de artillería e infantería. El objetivo elegido fue la ciudad fortificada de Verdún.
Verdún era un objetivo ideal por muchos motivos. Situada en un meandro del río Meuse, la ciudad tenía malas comunicaciones. Solo había una carretera que entrara y saliera de la ciudad. Los problemas logísticos del ataque se facilitaban por el hecho de que había una terminal ferroviaria alemana importante a solo 20 km de distancia, lo cual permitiría el rápido transporte de municiones, provisiones y refuerzos a medida que avanzara el ataque. Verdún se hallaba en un sector relativamente tranquilo del frente, y muchos de los cañones pesados de sus fuertes habían sido enviados a otros sectores, donde parecía hacer más falta. Estaba guarnecida por tres divisiones, lo cual representaba unas defensas bastante ligeras.
Los planes ofensivos alemanes incluían la reunión de 10 divisiones para realizar el ataque en sí, respaldadas por «baterías de infantería» experimentales con cañones de campaña de 77 mm, que debían avanzar con la infantería para ofrecer respaldo directo, aunque en realidad fueron incapaces de cruzar el yermo despedazado por los bombardeos. Otra nueva arma debutó también en Verdún: el lanzallamas. El ataque fue respaldado por grandes cantidades de cañones pesados, más de 1.400 piezas en total. Entre ellas había armas enormes de 420 y 305 mm, que se habían utilizado anteriormente para reducir fuertes en Bélgica. Se desplegaron también más de 500 lanzaminas. Estos disparaban un proyectil explosivo de 45,3 kg, que podía tener un efecto mortal si caía en una trinchera. También disponían de armas más ligeras, como morteros de trinchera.
La ofensiva llevó el nombre en clave de Operación Gericht (Juicio). Su objetivo era forzar a los franceses a una batalla de desgaste en condiciones desiguales. Si no aceptaban el desafío, Verdún caería. Si se mantenían firmes y luchaban, su ejército se desangraría y, finalmente, se vería obligado a pedir la paz. La operación estaba programada para el 10 de febrero, pero se retrasó por el mal tiempo hasta el 21. Aunque los preparativos para la operación fueron observados, no se realizó ningún intento para reforzar Verdún, y la arremetida inicial de la artillería cogió desprevenida a la guarnición.
Al amanecer del 21 de febrero de 1916, el aire helado fue destrozado por el zumbido de los proyectiles pesados, y por el silbido y las explosiones de las armas antipersona. En las 12 horas siguientes cayeron más de dos millones de proyectiles en las posiciones avanzadas francesas, tras lo cual la infantería inició su ataque. Durante los dos primeros días, las fuerzas alemanas hicieron relativamente pocos avances; sin embargo, el día 24 atravesaron la línea defensiva principal, tomando 10.000 prisioneros y capturando 65 piezas de artillería. La infantería iba precedida en sus ataques de una cortina escalonada de fuego del inmenso número de cañones que tenía a su disposición, que destrozaba las defensas y obligaba a los supervivientes a ponerse a cubierto.
Entre la abrumadora cortina de artillería, lo repentino del ataque y el tiempo frío, los franceses quedaron paralizados. Algunas unidades se desbandaron y huyeron a la retaguardia, dejando áreas débiles en las defensas, por las que avanzaron las tropas de asalto alemanas.
Se suponía que Verdún era invencible; una comisión militar francesa lo había confirmado en 1915 y había despedido a un general por decir lo contrario. Sin embargo, el 25 de febrero, el fuerte Douaumont, un componente clave de las defensas de la ciudad, cayó ante el asalto alemán. Esto fue un duro golpe para la moral francesa, aunque podía haberse evitado si la guarnición no hubiera sido despojada por completo. La infantería defensora se había desbandado bajo el bombardeo, dejando a un pelotón de artilleros como únicos defensores. Una patrulla alemana de nueve hombres encontró una entrada en el fuerte y descubrió que estaba prácticamente indefenso. Condujeron a 300 de sus compañeros al interior y capturaron la pieza clave de las defensas de Verdún casi sin hacer un solo disparo.
La nueva ofensiva alemana se lanzó a lo largo de la orilla occidental del Meuse, directamente contra una defensa bien preparada. Pétain había desplegado a sus mejores soldados para enfrentarse a este asalto, y estaban respaldados por una potente concentración de artillería. Este asalto significó una especie de punto de inflexión en la defensa de Verdún. Los artilleros franceses no solo infligían horrendas bajas a los atacantes, sino que enviaban un fuego contrabatería efectivo a la artillería enemiga. A mediados de abril todos los cañones pesados del lado alemán estaban fuera de combate, y la artillería alemana sufrió otro duro golpe cuando un proyectil cayó entre casi medio millón de proyectiles de artillería pesada almacenados en el bosque de Spincourt.
Los ataques continuaron durante abril y hasta mayo, y, efectivamente, amenazaron con «sangrar al ejército francés hasta la muerte». No obstante, las ventajas fueron relativamente escasas, y cuando Pétain fue relevado por el general Robert Nivelle, los franceses empezaron a recuperar su espíritu ofensivo.
Nivelle asume el mando
Pétain había sido el defensor de Verdún y había evitado su caída. Entonces Nivelle tomó la ofensiva. El lema francés para Verdún era Ils ne passeront pas! (¡No pasarán!), aunque el objetivo de Nivelle consistía en algo más que atrancar la puerta: tenía intención de hacer retroceder los alemanes. Al principio Nivelle no pudo hacer más que Pétain; los ataques alemanes todavía lograban ventajas, y con el fuerte Douaumont en manos alemanas el corazón de la defensa era ahora el fuerte Vaux. Este protegía un área de terreno elevado, desde la cual los cañones alemanes podrían disparar directamente al interior de la ciudad y, más importante aún, a los puentes sobre los que entraban todos los suministros en la ciudad. El fuerte Vaux se convirtió en objetivo de los asaltos alemanes y, el 7 de junio, cayó en su poder. No obstante, el balance de fuerzas estaba cambiando. Nivelle era oficial de artillería y, bajo su mando, los cañones franceses se volvieron más efectivos. Incluso mientras los alemanes avanzaban hacia los fuertes supervivientes, Souville y Tavannes, sus bajas aumentaban. Las cosas estuvieron pendientes de un hilo hasta el final de junio y, a pesar del inicio de la ofensiva del Somme el 1 de julio, los alemanes continuaron avanzando, deslizándose cada vez más cerca de la ciudad. El 11 de junio un ataque llegó hasta el propio fuerte Souville, pero su fracaso señaló el fin de los intentos alemanes de tomar Verdún.
En adelante se encontraron a la defensiva, mientras los contraataques franceses empezaron a recuperar parte del terreno perdido.
La posición de Nivelle mejoró con la ofensiva del Somme, que fue lanzada para reducir la presión sobre Verdún. No tuvo éxito como operación por sí misma, aunque consiguió atraer suministros y refuerzos que, en caso contrario, podrían ponerse en contra de los defensores de Verdún. A medida que disminuyó la presión, Nivelle lanzó contraataques para expulsar a los alemanes y retomar los fuertes perdidos. El mayor de estos tuvo lugar el 24 de octubre, contra el fuerte Douaumont, y participaron 170.000 soldados de infantería, 700 cañones y más de 150 aviones. Después de esto, los franceses avanzaron lentamente, retomando el fuerte Vaux a principios de noviembre. A mediados de diciembre, el ejército alemán se retiró de Verdún, dejando lo que quedaba de él en manos francesas.
La máquina de picar carne
Al final de la ofensiva de Verdún, los alemanes habían conseguido causar enormes bajas a los franceses, de hecho, 550.000. No obstante, esto solo se consiguió a costa de 450.000 bajas propias. Una baja alemana fue la carrera del general Falkenhayn. El 29 de agosto fue reasignado para mandar fuerzas que combatían contra el ejército rumano, que se había unido a los aliados el día anterior. Esta reasignación representaba, en realidad, una degradación. Falkenhayn fue sustituido por Hindenburg, con Ludendorff como intendente general. Acusar a Falkenhayn de la situación fue, quizá, injusto; en fecha tan temprana como marzo, él se había dado cuenta de que las bajas iban a ser demasiado elevadas y presionó para que se terminara la operación. No obstante, el príncipe heredero Guillermo insistió en continuar.
El plan inicial alemán era acertado: atacar algo que el enemigo tenía que defender y agotar sus recursos mediante bombardeos de artillería, seguidos de la ocupación del territorio devastado. No obstante, el ejército alemán cayó víctima del «deslizamiento de la misión», y en algún momento la captura de Verdún se convirtió en el objetivo de la operación. Este no era el plan original y Verdún no valía medio millón de soldados.
No obstante, a medida que se desarrollaba la batalla, el objetivo varió hasta que el ejército alemán se fue desgastando para tomar una ciudad que no deseaba ni necesitaba. Esto provocó pérdidas que no podían sostenerse y que eran completamente innecesarias.
Casi todas las divisiones francesas del frente occidental pasaron por la máquina de picar carne de Verdún. Un número algo menor de formaciones alemanas se alternaron en la ofensiva. Las enormes bajas de ambos bandos redujeron la potencia de combate y la moral de ambas fuerzas, y podría considerarse que la grave situación de Verdún fue lo que obligó a los aliados a llevar a cabo su costosa ofensiva del Somme, que, a su vez, costó a ambos lados un vasto número de bajas. El fracaso de los alemanes en la toma de Verdún fue un estímulo para la moral del bando aliado, y, aunque la ofensiva del Somme tampoco logró nada significativo, el ejército alemán se retiró hasta la línea Hindenburg en 1917.
Las enormes bajas de Verdún y del Somme tuvieron en parte la culpa del colapso de la moral francesa en 1917, del creciente cinismo y desconfianza de los comandantes entre las tropas inglesas y del declive del ejército alemán, que perdió a sus mejores líderes jóvenes en los encarnizados combates de 1916.
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