La Segunda Guerra Mundial: La Batalla de Stalingrado
Fue un decisivo enfrentamiento entre las fuerzas alemanas y los ejércitos soviéticos por la ciudad de Stalingrado (actual Volgogrado) entre junio de 1942 y febrero de 1943, durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial. Con bajas estimadas de tres a cuatro millones de personas, entre soldados de ambos bandos y civiles, la Batalla de Stalingrado es considerada como la más sangrienta en la historia de la humanidad. Los alemanes la llamaron Rattenkrieg, "guerra de ratas".
Después de que Adolfo Hitler desviase fuerzas de la Fall Blau hacia Stalingrado, se libraron dentro de la ciudad intensos combates urbanos, sin que ningún bando se hiciese con el control total de las ruinas. En noviembre de 1942, una contraofensiva soviética atraparía al 6º Ejército Alemán, que sería derrotado cien días después.
La negativa de Hitler a renunciar a la importantísima ciudad, punto de entrada a la rica región petrolera del Cáucaso, significó la muerte de cientos de miles de soldados de ambos bandos, y más de un millón de civiles rusos. Stalingrado significó el fin de las esperanzas alemanas de capturar el Cáucaso y el Volga. Además, muchos oficiales del Ejército Alemán se convencieron definitivamente que Hitler estaba llevando a Alemania al desastre, participando luego en el atentado contra Hitler de 1944.
Invasión a la Unión Soviética
El 22 de junio de 1941, Alemania invadió la Unión Soviética, incluso cuando Inglaterra no había sido derrotada. Hitler, creía que la invasión concluiría antes del invierno, y prohibió a sus generales pensar de otra manera. De esta forma, un día antes de la invasión, 3.050.000 soldados alemanes esperarían el inicio de la mayor operación militar hasta la fecha, distribuidos desde Finlandia hasta el mar Negro. Unos 950.000 soldados de otras naciones aliadas de Alemania, acompañaban a los alemanes. Estas tropas jugarían un papel fundamental en el desastre alemán en Stalingrado, un año y medio después.
Para diciembre de 1941, era claro que el rumbo de la guerra en la Unión Soviética no era el que el Alto Mando Alemán había planeado, debido a que Leningrado y Sebastopol continuaban resistiendo en el norte y el sur respectivamente, y la ofensiva contra Moscú había llegado a un punto muerto. Entonces, cuando menos lo esperaban, los alemanes se encontraron luchando contra una contraofensiva soviética desde la capital rusa, y tuvieron que enfrentar el hecho de que a pesar de haber asesinado y capturado a cientos de miles de soldados del Ejército Rojo en los últimos meses, de alguna manera el Alto Mando Soviético había encontrado reservas suficientes para emprender una poderosa contraofensiva.
Habiendo fracasado en capturar Moscú, Hitler se centró entonces en los pozos petrolíferos del Cáucaso. A pesar de no contar con la aprobación de sus generales, Hitler se empeñó en capturar estos yacimientos, y los reprendió, acusándolos de no saber nada de economía. La Operación Azul, como se denominó la campaña alemana en el sur de la Unión Soviética, tenía como objetivos la captura de puntos fuertes en el Volga primero y, posteriormente, el avance sobre el Cáucaso.
Operación Azul: El camino a Stalingrado
Avance hacia el Don
El 10 de mayo, el general Friedrich Paulus, comandante del 6° Ejército Alemán, presentó al Mariscal de Campo Fedor von Bock un esbozo de la Operación Federico. Paulus había tomado el mando del 6° Ejército hace poco, después de que su anterior comandante, Walter von Reichenau, falleciera a consecuencia de un ataque cardíaco sufrido después de trotar en la campiña rusa a temperaturas bajo cero. La Operación Federico significaba la consolidación del frente delante de Járkov, recién capturada por Alemania. No obstante, el mariscal Semión Timoshenko se adelantó a Paulus, ya que el 12 de mayo emprendió una contraofensiva desde Vorónezh, cuyo objetivo era precisamente la liberación de Jarkov, rodeando al 6° Ejército en un movimiento de pinza. Cuando 640.000 soviéticos junto con 1.200 tanques se lanzaron contra las fuerzas de Paulus, este se encontró al borde del desastre. Solamente la oportuna llegada del 1° Ejército Panzer de Ewald von Kleist permitió revertir la situación de la ofensiva, y en lugar de ser capturados, los hombres de Paulus ayudaron a los de Von Kleist a capturar los Ejércitos soviéticos 6º y 57º en Barvenkovo. Unos 240.000 soldados eslavos fueron capturados, fracasando la contraofensiva de Timoshenko.
El 1 de junio, Adolf Hitler y el mariscal Fedor von Bock presentaron a los generales del Grupo de Ejércitos Sur la Operación Azul en los cuarteles generales de esta unidad, ubicados en Poltava. Al 6° Ejército de Paulus se le encargó la tarea de limpiar Vorónezh, y luego dirigirse a Stalingrado acompañado del 4º Ejército Panzer de Hermann Hoth. Una vez allí, se encargarían de destruir los complejos industriales, y de proteger el Cáucaso desde el Norte. En aquel momento, Adolf Hitler no consideraba necesaria la captura de la ciudad.
Para proteger los planes de la Operación Azul, se prohibió tajantemente la transcripción de órdenes, todo debía comunicarse de manera verbal. Sin embargo, el 19 de junio, un avión alemán que llevaba anotaciones personales del general Georg Stumme acerca de la operación fue derribado detrás de las líneas enemigas, y los papeles fueron capturados. No obstante, después de que el general Filipp Gólikov los entregara directamente a Stalin, éste los rechazó como falsos, convencido de que Moscú seguía siendo el principal objetivo alemán.
El 28 de junio inició la ofensiva contra Vorónezh, hacia el sur de Rusia, y el error de Stalin fue obvio. Dos días después, las fuerzas de Paulus cruzaron el Donets, con el 2º Ejército Húngaro y el 1.º Ejército Panzer cuidando su izquierda y su derecha respectivamente. Debido al rápido avance alemán, Hitler decidió enviar parte de las fuerzas del 4º Ejército Panzer, que estaban atacando Vorónezh, al Sur. Esto significó un retraso en la captura de Vorónezh, lo que significó que las fuerzas de Timoshenko, que escapaban hacia Stalingrado, tuvieran más tiempo para hacerlo.
El plan original implicaba que el 6° Ejército y el 4º Ejército Panzer cortaran la retirada a los soviéticos antes de que éstos se reagruparan, luego atacaran Rostov del Don y después fueran a reforzar las líneas defensivas del Cáucaso. Pero impaciente por el retraso, Hitler cambió el orden del plan, y en lugar de esperar a las fuerzas de Paulus y Hoth, ordenó que se capturaran Stalingrado y el Cáucaso al mismo tiempo. No contento con esto, Hitler dividió al Grupo de Ejércitos Sur en dos fuerzas: A y B, y los colocó al mando de los mariscales Wilhelm List y Maximilian von Weichs. Sin esperar la opinión de Fedor von Bock, Hitler lo retiró del mando.
Aunque las reservas alemanas de combustible eran alarmantemente escasas, Hitler tomó otra decisión polémica: dividió las fuerzas que se dirigían a Stalingrado, quitándole las unidades mecanizadas al 6° Ejército de Paulus y desviando el 4º Ejército Panzer de Hoth hacia el sur, para ayudar en la captura del resto de las fuerzas de Timoshenko, que se esperaba tendría lugar cerca de Rostov del Don. A Hitler le obsesionaba la idea de anular los restos de las fuerzas de Timoshenko antes de que reforzaran Rostov, lo cual no se logró plenamente, ya que muchas se retiraron a tiempo. Rostov fue atacada y reconquistada por los alemanes el 24 de julio.
La ciudad
La ciudad tenía una importante industria y era el nudo ferroviario más desarrollado de la línea que unía Moscú, el mar Negro y el Cáucaso, existiendo igualmente un puerto fluvial en servicio para la navegación por el Volga. La urbe se extendía unos 24 kilómetros a lo largo de la orilla oeste (derecha) del Volga pero con menos de 10 kilómetros de anchura. No existía ningún puente cruzando el río, empleándose barcazas para comunicar ambas orillas. La orilla oriental (izquierda) apenas estaba poblada. Es importante considerar que llegado el invierno, el Volga se hiela con una capa muy gruesa, permitiendo el paso de vehículos pesados.
Avance hacia el Volga
A inicios de agosto, Hitler cambió de opinión de nuevo, y ordenó a las fuerzas de Hoth que se dirigieran al este, hacia Stalingrado, después de haberles ordenado inicialmente que fueran al sur. El general Hoth obedeció preocupado, ya que las órdenes cambiantes de Hitler les estaban restando combustible a sus tanques, del que estaba muy escaso. Por otro lado, el bombardeo alemán de Astracán en el mar Caspio había dañado las refinerías de la ciudad, y tomaría un tiempo repararlas, en caso de que lograran capturarlas.
El 9 de agosto, Stalin nombró a Andrei Yeremenko comandante del Frente de Stalingrado en sustitución de Timoshenko.
El 23 de agosto Stalingrado recibió su primer bombardeo usando los Heinkel 111 y Junkers 88 del general Wolfram von Richthofen, comandante de la Legión Cóndor durante el bombardeo de Guernica. Se lanzaron 1.000 toneladas de bombas y se perdieron tan sólo tres aeroplanos. Murieron no menos de 5.000 personas ese día. En esa semana morirían 40.000 de los 600.000 habitantes de la ciudad.
El avance alemán por tierra procedía de Gumrak, y lo hacía de manera brutal y arrolladora. Ese mismo día, el 23, la vanguardia del 6.º Ejército alemán alcanzó el Volga. Los soldados estaban emocionados por haber avanzado desde el Don en menos de doce horas, y la moral estaba alta, confiando en una caída rápida de Stalingrado. Por el sur, el avance de Hoth era más lento, ya que Yeremenko había colocado la mayor parte de sus fuerzas contra el 4.º Ejército Panzer, además, Hitler le había quitado al general Hoth un Cuerpo Blindado.
El 29 de agosto, cuando las primeras líneas alemanas aparecían ya en el horizonte de Stalingrado, llegó a la ciudad Zhúkov, quien recientemente había sido nombrado Vicecomandante en Jefe, segundo después de Stalin.
Los primeros carros de combate alemanes llegaron a los suburbios el 1 de septiembre. En aquel momento convergían sobre Stalingrado, por el sur, las 29º y 14º Divisiones motorizadas; por el oeste se acercaban la 24º, 94ª, 71º, 76ª y 295ª Divisiones de infantería blindada; por el norte y hacia el centro de la ciudad, la 100ª División de cazadores, la 389º y 60ª División de infantería motorizada. La ciudad era defendida en ese momento sólo por unos 40.000 soldados contra el 6.º Ejército y el 4.º Ejército Panzer. Estas tropas no sabían (y no debían saber, por motivos de seguridad) que el Ejército Rojo preparaba una ofensiva a gran escala contra el 6.º Ejército alemán.
Stalin, que instaba a Zhúkov a salirles al encuentro e interceptar dichas fuerzas enemigas, replicaba:
¿No entienden que si entregan Stalingrado, el sur del país quedará separado del centro, y probablemente no podremos defenderlo? Además de perder nuestra principal vía fluvial, no sólo es una catástrofe para Stalingrado, sino para el país, dado que se perderá el petróleo también.
Se lanzó una contraofensiva que logró aliviar en parte la situación respecto del norte de la ciudad. La orden de Zhúkov era terminante: «¡No entreguéis Stalingrado!».
La ciudad-osario
La llegada de Chuikov
Las fuerzas alemanas atenazaron Stalingrado. Hitler, que no había deseado la guerra de guerrillas en Moscú y Leningrado, ahora bramaba por la conquista de la ciudad: eso implicaba la guerra calle por calle, casa por casa, el tipo de combate para el cual la Wehrmacht no estaba preparada.
Este repentino cambio de objetivos halla explicación en el hecho de que la toma del Cáucaso había fallado a manos del mariscal de campo List, y por lo tanto, Hitler deseaba tomar la ciudad como una forma simbólica de ocultar la carencia estratégica de los pozos petroleros. De esta manera, Hitler se convenció a sí mismo que si lograba conquistarla, abriría de nuevo la puerta a esa riqueza.
El 12 de septiembre, Zhúkov destituyó deshonrosamente al comandante a cargo de las defensas de Stalingrado, Anton Lopatin por demostrar cobardía ante el enemigo al no poder contenerlo con el 62º Ejército, y fue reemplazado por el general Vasili Chuikov, un hombre muy eficiente y decidido que hasta entonces estaba a cargo del 64º Ejército, desplegado al sur de la ciudad.
Cuando Chuikov llegó al dantesco escenario, Yeremenko y Jrushchov le preguntaron: «—¿Cuál es el objetivo de su misión, camarada? —Defender la ciudad o morir en el intento», contestó firmemente Chuikov. Yeremenko observó a Jrushchov, y tuvo la certeza de que Chuikov había entendido perfectamente lo que se esperaba de él.
El nuevo comandante se encontró con menos de 20.000 hombres y 60 tanques, así como unas deficientes defensas. Chuikov reforzó las defensas antiaéreas de la ciudad y asimismo fortificó aquellos lugares donde se pudiera contener al enemigo, en especial la colina de Mamaev Kurgan y el barranco del río Tsaritsa. Además retiró la mayor parte de su artillería a la ribera oriental del Volga y fomentó el despliegue de francotiradores, entre ellos el famoso Vasily Zaitsev.
Asalto alemán
El mismo día que Chuikov tomó el mando del 62º Ejército, Paulus se encontraba en Vinnitsa, en el Wehrwolf con Hitler, que quería saber cuándo caería la ciudad. Paulus se encontraba preocupado por los flancos de su 6.° Ejército, que estaban desprovistos de unidades mecanizadas de consistencia y eran resguardados por ejércitos de varias nacionalidades: rumanos, italianos, húngaros. Estas fuerzas de inferior calidad resultarían ser el talón de Aquiles de las fuerzas alemanas en Stalingrado, unos 20.000 soldados en aquel momento. No obstante, Hitler minimizó esta debilidad, convencido de que el frente soviético estaba al borde del colapso, falsa confianza que fue contagiada a Paulus.
El 14 de septiembre, se inició el primer intento alemán de tomar la ciudad —que se pensaba sería el único intento— y la 71ª División alemana llegó al centro de Stalingrado, acercándose peligrosamente al embarcadero principal, la terminal de llegada de refuerzos soviéticos. En estos combates cae abatido el teniente Rubén Ruiz Ibárruri, el único hijo de La Pasionaria española, en la estación central de la ciudad.
Yeremenko alertó a Stalin de la llegada de más tanques alemanes a Stalingrado, por lo que se envió a toda prisa a la 13ª División de Fusileros de la Guardia del coronel general Alexander Rodimtsev, que había participado en la Batalla de Guadalajara como asesor. Esta división de élite perdió el 30% de sus efectivos el primer día, pero con la ayuda de Katiushas y de los francotiradores lograron mantener alejados a los alemanes del río.
La conquista de la colina de Mamaev Kurganen el centro de la ciudad se convirtió en una enconada lucha en que las banderas de ambos bandos ondearon alternadamente, ya que si los alemanes controlaban esta colina, su artillería dominaría el Volga. Los alemanes desplegaron todo un sistema de altavoces incitando a la deserción de los soviéticos.
Por el sur, el XLVIII Cuerpo Panzer del 4.º Ejército Panzer avanzaba hacia el centro de la ciudad. Un enorme silo de cereales fue aislado por las fuerzas alemanas, que fue defendido por soldados e infantes de marina soviéticos durante más de diez días. No obstante el poderoso ataque alemán, los soldados del Ejército Rojo resistieron sin agua ni comida, hasta agotar sus municiones y finalmente sucumbieron en un feroz combate cuerpo a cuerpo. El general Paulus decidió que el enorme silo sería colocado en la banda que sus soldados recibirían al conquistar la ciudad.
Probablemente este fue el momento más crítico para los soviéticos en la batalla, ya que los alemanes asaltaron al 62º Ejército en un momento muy grave. En efecto, el desastre solamente pudo ser evitado gracias a la rápida llegada de la 13ª División de Fusileros de la Guardia del general Rodimtsev, si bien esto fue reconocido después. La reactivación de la 8ª Fuerza Aérea Soviética, también fue importante.
Rattenkrieg
Para mediados de septiembre, ocho de las veinte divisiones del 6.º Ejército alemán se encontraban luchando encarnizadamente dentro de la ciudad; no obstante, los soviéticos no paraban de alimentar el frente con refuerzos de Siberia y Mongolia. El general Paulus, enfermo de disentería, era presionado continuamente para que informara de la fecha en que caería Stalingrado y desarrolló un 'tic' en el ojo izquierdo, que luego se extendió por el lado izquierdo de su cara.
En este momento, las bajas alemanas se dispararon, ya que el soldado alemán no estaba entrenado para combatir en las calles, que es la lucha más dura entre todas las formas de combate. Aunque Paulus sabía que las bajas soviéticas era por lo menos el doble que las alemanas, sus recursos humanos se disipaban rápidamente ya que nada más contaba con una división en la reserva.
En este campo de batalla, los alemanes estaban bajo constante tensión ya que el soldado soviético se había convertido en un maestro del camuflaje y las emboscadas eran comunes. La noche no ofrecía descanso al alemán, ya que los defensores de la ciudad preferían atacar de noche, neutralizando el peligro de los bombarderos alemanes. Sin embargo, la noche no era una limitación para los bombarderos rusos, que pasaban sobre la ciudad arrojando pequeñas bombas de 400 kilogramos. Finalmente, el 6.º Ejército solicitó a la Luftwaffe que mantuviera la presión sobre la aviación soviética en la noche, porque «las tropas no tienen descanso».
Si los bombardeos nocturnos, las minas antipersonales y las emboscadas de la infantería enemiga no eran suficientes para mantener alerta a los alemanes en Stalingrado, los francotiradores sí lograron captar la atención de los oficiales germanos. El número de oficiales muertos por francotiradores también se disparó y muy pronto se tuvo que recurrir a realizar promociones prematuras, con el fin de reemplazar a los caídos.
La neurosis que un soldado podría desarrollar por estar sometido constantemente al grado de tensión de la llamada Rattenkrieg (guerra de ratas) no era excusa para abandonar el campo de batalla, ya que tanto alemanes como soviéticos no reconocían esta condición y la calificaban de cobardía, que usualmente era solucionada con la ejecución inmediata.
La artillería pesada se volvió inútil en este ambiente de lucha urbana, ya que debido a la falta de precisión de la misma, no se podía atacar una casa ocupada por el enemigo, porque las casas vecinas estaban ocupadas por tropas amigas. Chuikov ordenó que la artillería fuera trasladada a la orilla oriental del Volga, y que atacase detrás de las líneas alemanas, con el objetivo de destruir las líneas de comunicación y las formaciones de infantería en la retaguardia. Para saber hacia dónde disparar, un oficial de observación debía asomarse por la azotea de un edificio en la ciudad, lo que en muchos casos significaba la muerte a manos de un francotirador alemán. Solamente los Katiusha fueron dejados en Stalingrado, ocultos en el banco de arena del Volga.
A diferencia de los puestos de mando alemanes, los puestos de mando soviéticos se encontraban en la ciudad, y, por lo tanto, expuestos a ser atacados. En una ocasión, un tanque alemán se situó en la entrada del búnker del comandante de artillería del 62º Ejército y éste, junto con su personal, tuvo que cavar para salvarse.
Pese a que la iniciativa, la razón de bajas enemigas per cápita y los mejores medios técnicos correspondían a las tropas alemanas, el ejército invasor tuvo grandes dificultades en conquistar una ciudad que, al haber sido salvajemente bombardeada, disponía de condiciones ideales para una defensa calle por calle. Los ataques combinados de infantería y blindados resultaban inútiles en el caos de la lucha urbana.
Pronto la ciudad se cubrió de una atmósfera repulsiva y pútrida. La razón era obvia: los cadáveres de ambos bandos se descomponían bajo los escombros. La pestilencia y las enfermedades pronto se hicieron sentir.
Incluso en este escenario dantesco también se practicaba la política antisemita nazi. La Feldgendarmerie (Policía Militar alemana) había estado capturando judíos y haciendo cautivos a civiles que fueran aptos para el trabajo y se ejecutó a unos 3.000 civiles judíos, entre ellos niños, por parte de los Sonderkommandos de los Einsatzgruppen y unos 60.000 fueron enviados a Alemania para trabajos forzados.
Los Sonderkommandos se retiraron de Stalingrado el 15 de septiembre, cuando ya habían matado a casi 4.000 civiles.
Sabiendo que el invierno se aproximaba, Paulus decidió acelerar la toma de la ciudad y preparó una ofensiva que se ejecutó el 27 de septiembre. La principal fuerza alemana atacó al norte del Mamaev Kurgan, cerca de los asentamientos obreros de las fábricas Octubre Rojo y Barrikady. Los alemanes observaron atónitos cómo los civiles que huían de los asentamientos para buscar refugio en las líneas alemanas era derribados por sus propios soldados.
Desde ahí, una división escogida de soldados alemanes capturó la «Casa de los Especialistas», donde se hicieron fuertes y comenzaran a disparar contra las lanchas que iban y venían por el Volga trayendo soldados. Los cañones de 88 mm, los Stukas y la artillería alemana competían en hundir las barcazas que traían soldados del otro lado del Volga; el mar Caspio empezó a recibir cadáveres.
Las bajas alemanas entre el primer y segundo día de combate sumaron 2.500 soldados, contra 6.000 soldados soviéticos; para los rusos la pérdida era terrorífica: casi 3.000 soldados morían por día.
Aunque las tropas alemanas lograron penetrar en la ciudad o lo que quedaba de ella, nunca se hicieron completamente con la totalidad, puesto que los muelles no pudieron ser alcanzados, y mientras estos muelles estuvieran en manos soviéticas, los refuerzos y suministros necesarios para proseguir la batalla podrían afluir con regularidad. Batallones y brigadas alemanas que intentaron llegar a los muelles fueron prácticamente aniquiladas al 50% de sus efectivos.
Para octubre, los alemanes no habían conquistado la totalidad de la ciudad, pero sí habían ocupado el 80% de ella. En ese octubre, los alemanes capturaron las fábricas de tractores Octubre Rojo y de cañones Barricady, y las bajas rusas se incrementaron a razón de 4.000 soldados diarios.
Para octubre, Hitler y sus comandantes cayeron en la cuenta de que no podrían tomar la ciudad en otoño. El invierno se aproximaba, por tanto se hicieron todos los arreglos para pasar allí el más crudo de los inviernos, en recuerdo del terrible invierno anterior. Para fines de octubre se dejaron sentir las enfermedades en el soldado alemán: paratifoidea, tifus, disentería, empezaron a hacer estragos.
A fines de octubre los alemanes se enteraron por medio de prisioneros de que los soviéticos preparaban una gigantesca contraofensiva. Ellos mismos habían notado los movimientos en sus flancos. Para protegerse, Paulus había levantado una barrera en su flanco izquierdo para prevenir los ataques procedentes por el norte, sirviéndose de las unidades rumanas, italianas y húngaras.
En efecto, el alto mando soviético preparó una gran ofensiva dirigida contra esos flancos norte y sur; se estaban acumulando cerca de 1.700.000 hombres, es decir, cerca de 200 divisiones, la mayoría siberianas, además de carros de combate y cañones procedentes de Moscú y los Urales. El plan consistía en una maniobra de pinza para cercar, copar y embolsar al 6.° Ejército entero, irrumpiendo en la retaguardia alemana por los dos flancos norte y sur, atacando allí donde las fuerzas del Eje fueran más débiles. Si bien en un primer momento Stalin se negaba a desviar recursos del propio combate urbano, vio en estos planes la mejor oportunidad de cambiar el frente sur, y de revertir toda la situación de Stalingrado, por lo cual apoyó la idea del cerco, aunque esto significara reducir el cupo de municiones del 62º ejército rojo que defendía por sí solo la ciudad. La idea de rodear a un ejército alemán en estas condiciones eran en todo osada, pero no había otra posibilidad viable luego de los constantes errores en las ofensivas soviéticas de comienzo del 42.
Llegó el invierno con sus nevadas y la ciudad quedó sumida en un manto blanco con temperaturas que rondaban los -18 °C. Los combates callejeros cesaron casi por completo durante la noche.
De noche, los grupos enfrentados hacían señales de tregua temporales con banderas que asomaban en los orificios de las ruinas. Y se permitía tácitamente retirar algunos caídos en la tierra de nadie, y además se realizó un intercambio no oficial de abastos entre pequeños grupos de ambos bandos, realizado muy a escondidas en treguas concertadas espontáneamente. De ser sorprendidos por la oficialidad, la ejecución era inmediata por confraternizar con el enemigo. De día, la lucha se reanudaba.
El 19 de noviembre de 1942, los 3.500 cañones soviéticos comenzaron a machacar despiadadamente las líneas enemigas más débiles entre Serafimovih y Klestkaya, estas eran las formaciones rumanas que se encontraban escasas de material antitanque, entre la nieve y la bruma mortecina del paisaje. Al son de trompetas, los obuses y Katiushas se dejaron caer en el sector rumano. Después de una hora de martilleo, los batallones de fusileros avanzaron sobre las filas de rumanos e italianos.
Los rumanos del II y IV Cuerpos pudieron contener las primeras oleadas de atacantes y luego fueron arrasados por carros de combate T-34 hacia el mediodía. Cuando los fortines fueron demolidos, los rumanos echaron a correr por la planicie blanca, siendo perseguidos por las oleadas siberianas. Si bien hubo algunos intentos de responder al ataque, los comandantes del 6° Ejército no tomaron en serio el ataque hasta que fue muy tarde, inclusive los combates en la misma ciudad de Stalingrado no se detuvieron durante varios días una vez comenzado el ataque ruso. Los Stukas acudieron al lugar del desastre y ya nada se pudo hacer.
Si bien el ataque del sur fue por muchos factores más débil, este sector fue también atacado con éxito y las columnas de la trampa avanzaron sin grandes reveses, salvo contraataques aislados que apenas produjeron momentáneas detenciones. El objetivo donde convergían las tenazas de la trampa era el pequeño pueblo de Kalach y su puente, donde los alemanes no poseían una fuerza para enfrentar la amenaza y donde quedaban expuestos sus talleres y depósitos de suministros. El desastre era total, el VIº Ejército de Paulus quedó encerrado en Stalingrado con unos 250.000 hombres y sin suministros mayores.
Der Kessel
El OKW alemán ordenó retirar el grueso del 6° Ejército desde Stalingrado por el sudoeste hacia el Don, y así evitar el encierro. Tal proyecto aun podría ejecutarse ya que había brechas importantes que aún no estaban cerradas, pero Hitler se negó a aceptar semejante solución y exigió a Paulus y sus hombres mantenerse en la ciudad conquistada mediante una contraorden directa, y tuvieron que volverse en una penosa retirada las vanguardias enviadas en dirección sudoeste.
Hitler consideraba que la situación no estaba aún perdida y podría repetirse la situación producida en febrero de ese mismo año en la Bolsa de Demyansk, donde una gran masa de soldados alemanes pudieron resistir un prolongado cerco soviético mediante un puente aéreo. Tal idea llegó a oídos del jefe máximo de la Luftwaffe, Hermann Goering, quien sin consultar a sus asesores técnicos prometió a Hitler que sus aviones podrían realizar un vasto abastecimiento desde el aire. La promesa de Goering exasperó al general de aviación Von Richtofen pues el tiempo nublado con tormentas de nieve impediría volar a los aviones de forma sostenida e incluso haría imposible siquiera que despeguen. En estas condiciones Paulus radió un mensaje directo a Hitler:
Mi Führer: se nos agotan las municiones y el combustible. Abastecimiento suficiente y oportuno es imposible. En estas circunstancias, solicito plena libertad de acción. Paulus. Las tenazas soviéticas se cerraron en menos de 4 días de lucha. El 24 de noviembre ya era imposible fugarse de Stalingrado.
La División 94º al mando del general Walther von Seydlitz-Kurzbach, al ver que Paulus carecía de iniciativa ordenó a su tropa evacuar su sector y forzar el bloqueo, esperaba que las demás divisiones le siguieran en su retirada no autorizada. Apenas dejó su posición, le cayó encima el 62º Ejército Soviético y muchos de sus batallones fueron aniquilados sin contemplaciones, no hubo prisioneros.
Goering, de manera irresponsable, ante los informes advirtiéndole lo imposible de la misión —que recibió e ignoró—, prometió abastecer al Kessel con 500 toneladas diarias de pertrechos, pero apenas los aviones lograron llevar 130 toneladas en tres días de operaciones a horizonte raso y en medio de tempestades de nieve. Esto causaba que los vuelos nunca fueran realmente permanentes (como debía corresponder a un eficaz puente aéreo) sino que por causa del mal clima durante varios días las aviones no podían despegar de sus bases, o simplemente despegaban pero no podían aterrizar en Stalingrado.
Para aumentar los males, los soviéticos atacaron de manera audaz la principal base aérea de suministros, el aeródromo de Pitomnik, llegando a colapsar las bases de reaprovisionamiento y acentuando la escasez de aviones de carga para las operaciones del puente aéreo.
Sumado a las inclemencias climatológicas perjudiciales para los alemanes, los soviéticos lanzaban bengalas desde posiciones recién tomadas para hacer creer a los aviones de abastecimiento que en ese emplazamiento todavía quedaban soldados fieles al Reich que solicitaban suministros. Las provisiones caían en manos soviéticas dejando a los alemanes desprovistos de todo pertrecho.
Hitler, obsesionado, dijo a Von Richtofen: «Si Paulus sale de Stalingrado, jamás volveremos a tomar la plaza».
A principios de diciembre, surgieron las primeras bajas por inanición. A pesar de todo, los alemanes trataron de conservar la disciplina y la organización funcionó regularmente.
Stalingrado se convirtió en un caldero (Der Kessel) donde, sin agua ni alimentos suficientes, atacados por las epidemias y en medio del pútrido olor a descomposición, los alemanes se aprestaron a sufrir un largo asedio en medio de las mayores penurias. Hitler nombró a Paulus Mariscal de Campo, ya que ningún mariscal se había rendido en la historia militar alemana y esperaba que Paulus se suicidara antes de caer prisionero de los soviéticos. Pero los informes de las penurias que soportaban los soldados y que el mismo Paulus observó al revisar las tropas del frente, lo tranquilizaban al pensar que se había dado todo en la lucha y lo eximia personalmente de las obligaciones con este «cabo» que dirigía al país; de hecho, privadamente Paulus informó a los otros generales (como Arthur Schmidt, Seydlitz, Jaenecke, y Strecker) que él no se suicidaría y los demás oficiales estaban prohibidos de hacerlo para seguir la suerte de sus soldados.
De este modo, unos 250.000 soldados quedaron atrapados en una bolsa con la orden, por parte de Hitler, de no retroceder ni rendirse. Pese a que Göring, mariscal del aire y jefe supremo de la Luftwaffe, prometió abastecer a las tropas desde el aire, la llegada de recursos a las tropas alemanas fue casi imposible y apenas se realizaron algunos vuelos. Los alemanes pudieron utilizar el aeródromo de Pitomnik pero éste se hallaba sujeto a continuos ataques soviéticos, los Junker Ju 52 llegaron con abastecimientos e inmediatamente partían de vuelta evacuando heridos, aún así los pocos aviones no daban abasto y los afortunados que podían subir escapaban del infierno, los heridos colgaban de las puertas y algunos desesperados se aventuraban a volar asiéndose en las alas, donde ninguno logró sobrevivir. Tras la caída de Pitomnik el 16 de enero sólo quedaba el improvisado aeródromo de Gumrak, más pequeño y en peores condiciones que el de Pitomnik, pero Gumrak también cayó en manos soviéticas el 23 de enero. A partir de ese día las hambrientas tropas alemanas sólo pudieron recibir provisiones mediante cajas lanzadas en paracaídas por la Luftwaffe, lo cual no aseguraba que la carga llegase a destino: soldados soviéticos a veces se quedaban con las provisiones, éstas caían al río Volga, o simplemente las tropas germanas estaban muy agotadas y hambrientas para buscar dichos suministros entre las ruinas de la ciudad.
La ofensiva del Grupo de Ejércitos del Don
En diciembre, los soldados alemanes cercados tuvieron una leve esperanza: Erich von Manstein venía en su auxilio. Manstein, que acababa de asumir el mando del Grupo de Ejércitos Don, planeó la Operación Tormenta de Invierno, que incluía dos amplias operaciones con un punto de partida diferente. Una vendría de Chir y la otra de Kotelnikovo, a 160 km de Stalingrado.
Aún para los generales más incrédulos del régimen nazi, el hecho de que Hitler abandonara al 6° Ejército era algo impensable, por lo cual sentían esperanzas de un posible rescate. De esta manera la Wehrmacht se aseguraba de hacer todo lo posible por rescatar a este ejército cercado lejos de Alemania.
La ofensiva empezó el 12 de diciembre y el día 16, pero cuando estaban a unos 50 km, fue detenida por el segundo ejército de la Guardia, que destruyó la principal fuerza de ataque nazi, compuesta por más de 400 tanques. La detención significó que los soviéticos le atacaran con todo y lo hicieran retroceder 200 km. El ataque, que fue llevado a cabo por la sexta división blindada, de manera implacable al comienzo, se vio amenazado por otro contraataque soviético en la retaguardia, por lo cual se decidió retroceder de manera definitiva. Para empeorar las cosas el aeródromo de Tsasinskaia, el principal de los Ju-52 para reaprovisionamiento, cayó en poder soviético. Los repetidos intentos ulteriores de romper la bolsa del exterior (Von Manstein) fueron todos igualmente infructuosos.
La rendición del mariscal
Se impuso un riguroso racionamiento para intentar pasar el invierno. Paulus, quien era admirador incondicional de Hitler, se dio cuenta que para el Führer el 6° Ejército, o lo que quedara de él, era poco menos que una pieza sacrificable en el juego de la guerra. La vida de los soldados no tenía la menor importancia para él.
El 25 de diciembre, en el Kessel, murieron 1.280 soldados de frío y hambre. Para el año nuevo, los soviéticos montaron una serie de cocinas y realizaron fiestas en la orilla sur del Volga con el doble objetivo de celebrar el año y mortificar a los alemanes cercados.
El 8 de enero los soviéticos realizaron un estrechamiento del perímetro y capturaron el único aeródromo que servía de conexión con el mundo exterior, Pitomnik: los alemanes tuvieron que reconstruir el de Gumrak gravemente dañado por ellos mismos para poder seguir recibiendo noticias. El 9 de enero se presentaron dos oficiales del Ejército Rojo en la línea occidental del frente alemán con un ultimátum de la Stavka para Paulus. Si dicho ultimátum no se aceptaba, los soviéticos lanzarían una ofensiva final contra el Kessel al día siguiente. El ultimátum fue rechazado. Las penurias se multiplicaron en el 6° Ejército Alemán, las epidemias diezmaban los soldados, la disciplina ya no existía y el hambre era tan atroz que los alemanes sacrificaron caballos, perros y ratas para poder alimentarse. Cabe destacar que aun en estas penosas condiciones, la resistencia del 6° Ejército era increíble, ya que las líneas del frente se retiraban combatiendo e infligiendo grandes bajas a los rusos que ejecutaban el plan anillo para acabar con los alemanes.
El 28 de enero Paulus trasladó el cuartel general hacia los sótanos del Univermag y allí se hacinaron unos 3.000 heridos de diversa consideración, enfermos de tifus, paratifoidea y disentería. Los casos graves o que requerían cirugía prolongada eran colocados afuera para que murieran de frío.
Un aviso le llegó el 30 de enero de parte de Hitler a Paulus: le sugería que se suicidara ya que le había nombrado Mariscal de Campo y bajo las órdenes de Hitler ningún Mariscal se podría entregar vivo al enemigo. Un tanque ruso se acercó al cuartel general de Paulus, en el que venía un intérprete que había sido enviado por Paulus, el mayor Behr. El 31 de enero por la mañana, Paulus se rendía con cerca de 90.000 soldados, los restos de un ejército de 250.000 hombres. Sólo volvieron a Alemania 5.000 supervivientes. Se convirtió en el primer mariscal que capitulara en la historia alemana, desobedeciendo así a Hitler, atenazado por las tropas soviéticas, la falta de alimentos y el frío polar de la estepa rusa, para el que sus tropas no tenían material suficiente en un gesto sin precedentes en la Wehrmacht. El 2 de febrero se rindió el último grupo de soldados alemanes en los escombros de la fábrica de tractores Octubre Rojo, y es la fecha en la que terminó oficialmente la batalla.
Consecuencias de la rendición
Oficialmente 91.000 fueron los prisioneros de la batalla final de la Ciudad de Stalingrado; de estos muy pocos estaban vivos para el comienzo de la primavera (solo 6.000 alemanes sobrevivieron hasta el fin de la guerra) debido a epidemias de disentería y de tifus entre los prisioneros.
Las consecuencias de esta catástrofe fueron inmensas y de gran alcance. Por primera vez, Alemania perdía la iniciativa de la guerra y tenía que colocarse a la defensiva. De hecho la Wehrmacht carecía ya de los elementos logísticos necesarios para avanzar más hacia el este y las orillas del Volga fueron precisamente el punto más oriental alcanzado por tropas alemanas en Europa. Después de esta batalla la Unión Soviética surgió engrandecida y con la iniciativa de la guerra que la asolaba en las manos de sus líderes.
Además, el comandante de la Luftwaffe, Hermann Göring, cayó en desgracia ante Hitler perdiendo crédito entre la élite del régimen nazi así como prestigio entre los militares, al no poder cumplir la orden de abastecer por aire a las fuerzas alemanas cercadas, como había prometido.
El III Reich perdió todo el 6° Ejército y parte del 4º Ejército Panzer, e incontables recursos materiales que no se pudieron reemplazar con la misma facilidad con que la URSS podía con sus propias bajas (aún más terribles incluso que las alemanas). De hecho, entre muertos, heridos y prisioneros la Wehrmacht había perdido más de 200.000 combatientes, muchos de ellos experimentados, que serían muy difíciles de reemplazar en poco tiempo
Los soviéticos, aparte de recibir una ciudad prácticamente destrozada, habían sufrido un millón de muertos civiles y más de 850.000 bajas militares.
Según el calculo más alto, si se incluyen a todas las fuerzas que pelearon en el Volga, murieron o fueron heridos 150.000 de soldados del Eje y 1.000.000 de soldados soviéticos (incluyendo prisioneros muertos en cautiverio y heridos muertos tras ser evacuados) y cerca de 2.000.000 de civiles encontraron su fin (incluyendo refugiados y gentes que vivían en pueblos y ciudades donde también se combatió). El número total de muertos fue de hasta 2 millones.
El triunfo de esta batalla trascendió los límites de la Unión Soviética e inspiró a todos los aliados, incentivando la resistencia en todas partes. El rey Jorge VI de Inglaterra le regaló a la ciudad una espada forjada especialmente en su honor, y hasta el poeta chileno Pablo Neruda escribió el poema «Canto de amor a Stalingrado», recitado por primera vez el 30 de septiembre de 1942 y el poema «Nuevo canto de amor a Stalingrado» en 1943, celebrando la victoria, lo cual transformó esta lucha en un símbolo y en un punto de quiebre para toda la guerra.
Después de que Adolfo Hitler desviase fuerzas de la Fall Blau hacia Stalingrado, se libraron dentro de la ciudad intensos combates urbanos, sin que ningún bando se hiciese con el control total de las ruinas. En noviembre de 1942, una contraofensiva soviética atraparía al 6º Ejército Alemán, que sería derrotado cien días después.
La negativa de Hitler a renunciar a la importantísima ciudad, punto de entrada a la rica región petrolera del Cáucaso, significó la muerte de cientos de miles de soldados de ambos bandos, y más de un millón de civiles rusos. Stalingrado significó el fin de las esperanzas alemanas de capturar el Cáucaso y el Volga. Además, muchos oficiales del Ejército Alemán se convencieron definitivamente que Hitler estaba llevando a Alemania al desastre, participando luego en el atentado contra Hitler de 1944.
Para diciembre de 1941, era claro que el rumbo de la guerra en la Unión Soviética no era el que el Alto Mando Alemán había planeado, debido a que Leningrado y Sebastopol continuaban resistiendo en el norte y el sur respectivamente, y la ofensiva contra Moscú había llegado a un punto muerto. Entonces, cuando menos lo esperaban, los alemanes se encontraron luchando contra una contraofensiva soviética desde la capital rusa, y tuvieron que enfrentar el hecho de que a pesar de haber asesinado y capturado a cientos de miles de soldados del Ejército Rojo en los últimos meses, de alguna manera el Alto Mando Soviético había encontrado reservas suficientes para emprender una poderosa contraofensiva.
Habiendo fracasado en capturar Moscú, Hitler se centró entonces en los pozos petrolíferos del Cáucaso. A pesar de no contar con la aprobación de sus generales, Hitler se empeñó en capturar estos yacimientos, y los reprendió, acusándolos de no saber nada de economía. La Operación Azul, como se denominó la campaña alemana en el sur de la Unión Soviética, tenía como objetivos la captura de puntos fuertes en el Volga primero y, posteriormente, el avance sobre el Cáucaso.
El 10 de mayo, el general Friedrich Paulus, comandante del 6° Ejército Alemán, presentó al Mariscal de Campo Fedor von Bock un esbozo de la Operación Federico. Paulus había tomado el mando del 6° Ejército hace poco, después de que su anterior comandante, Walter von Reichenau, falleciera a consecuencia de un ataque cardíaco sufrido después de trotar en la campiña rusa a temperaturas bajo cero. La Operación Federico significaba la consolidación del frente delante de Járkov, recién capturada por Alemania. No obstante, el mariscal Semión Timoshenko se adelantó a Paulus, ya que el 12 de mayo emprendió una contraofensiva desde Vorónezh, cuyo objetivo era precisamente la liberación de Jarkov, rodeando al 6° Ejército en un movimiento de pinza. Cuando 640.000 soviéticos junto con 1.200 tanques se lanzaron contra las fuerzas de Paulus, este se encontró al borde del desastre. Solamente la oportuna llegada del 1° Ejército Panzer de Ewald von Kleist permitió revertir la situación de la ofensiva, y en lugar de ser capturados, los hombres de Paulus ayudaron a los de Von Kleist a capturar los Ejércitos soviéticos 6º y 57º en Barvenkovo. Unos 240.000 soldados eslavos fueron capturados, fracasando la contraofensiva de Timoshenko.
El 1 de junio, Adolf Hitler y el mariscal Fedor von Bock presentaron a los generales del Grupo de Ejércitos Sur la Operación Azul en los cuarteles generales de esta unidad, ubicados en Poltava. Al 6° Ejército de Paulus se le encargó la tarea de limpiar Vorónezh, y luego dirigirse a Stalingrado acompañado del 4º Ejército Panzer de Hermann Hoth. Una vez allí, se encargarían de destruir los complejos industriales, y de proteger el Cáucaso desde el Norte. En aquel momento, Adolf Hitler no consideraba necesaria la captura de la ciudad.
Para proteger los planes de la Operación Azul, se prohibió tajantemente la transcripción de órdenes, todo debía comunicarse de manera verbal. Sin embargo, el 19 de junio, un avión alemán que llevaba anotaciones personales del general Georg Stumme acerca de la operación fue derribado detrás de las líneas enemigas, y los papeles fueron capturados. No obstante, después de que el general Filipp Gólikov los entregara directamente a Stalin, éste los rechazó como falsos, convencido de que Moscú seguía siendo el principal objetivo alemán.
El 28 de junio inició la ofensiva contra Vorónezh, hacia el sur de Rusia, y el error de Stalin fue obvio. Dos días después, las fuerzas de Paulus cruzaron el Donets, con el 2º Ejército Húngaro y el 1.º Ejército Panzer cuidando su izquierda y su derecha respectivamente. Debido al rápido avance alemán, Hitler decidió enviar parte de las fuerzas del 4º Ejército Panzer, que estaban atacando Vorónezh, al Sur. Esto significó un retraso en la captura de Vorónezh, lo que significó que las fuerzas de Timoshenko, que escapaban hacia Stalingrado, tuvieran más tiempo para hacerlo.
El plan original implicaba que el 6° Ejército y el 4º Ejército Panzer cortaran la retirada a los soviéticos antes de que éstos se reagruparan, luego atacaran Rostov del Don y después fueran a reforzar las líneas defensivas del Cáucaso. Pero impaciente por el retraso, Hitler cambió el orden del plan, y en lugar de esperar a las fuerzas de Paulus y Hoth, ordenó que se capturaran Stalingrado y el Cáucaso al mismo tiempo. No contento con esto, Hitler dividió al Grupo de Ejércitos Sur en dos fuerzas: A y B, y los colocó al mando de los mariscales Wilhelm List y Maximilian von Weichs. Sin esperar la opinión de Fedor von Bock, Hitler lo retiró del mando.
Aunque las reservas alemanas de combustible eran alarmantemente escasas, Hitler tomó otra decisión polémica: dividió las fuerzas que se dirigían a Stalingrado, quitándole las unidades mecanizadas al 6° Ejército de Paulus y desviando el 4º Ejército Panzer de Hoth hacia el sur, para ayudar en la captura del resto de las fuerzas de Timoshenko, que se esperaba tendría lugar cerca de Rostov del Don. A Hitler le obsesionaba la idea de anular los restos de las fuerzas de Timoshenko antes de que reforzaran Rostov, lo cual no se logró plenamente, ya que muchas se retiraron a tiempo. Rostov fue atacada y reconquistada por los alemanes el 24 de julio.
La ciudad
La ciudad tenía una importante industria y era el nudo ferroviario más desarrollado de la línea que unía Moscú, el mar Negro y el Cáucaso, existiendo igualmente un puerto fluvial en servicio para la navegación por el Volga. La urbe se extendía unos 24 kilómetros a lo largo de la orilla oeste (derecha) del Volga pero con menos de 10 kilómetros de anchura. No existía ningún puente cruzando el río, empleándose barcazas para comunicar ambas orillas. La orilla oriental (izquierda) apenas estaba poblada. Es importante considerar que llegado el invierno, el Volga se hiela con una capa muy gruesa, permitiendo el paso de vehículos pesados.
Avance hacia el Volga
A inicios de agosto, Hitler cambió de opinión de nuevo, y ordenó a las fuerzas de Hoth que se dirigieran al este, hacia Stalingrado, después de haberles ordenado inicialmente que fueran al sur. El general Hoth obedeció preocupado, ya que las órdenes cambiantes de Hitler les estaban restando combustible a sus tanques, del que estaba muy escaso. Por otro lado, el bombardeo alemán de Astracán en el mar Caspio había dañado las refinerías de la ciudad, y tomaría un tiempo repararlas, en caso de que lograran capturarlas.
El 9 de agosto, Stalin nombró a Andrei Yeremenko comandante del Frente de Stalingrado en sustitución de Timoshenko.
El 23 de agosto Stalingrado recibió su primer bombardeo usando los Heinkel 111 y Junkers 88 del general Wolfram von Richthofen, comandante de la Legión Cóndor durante el bombardeo de Guernica. Se lanzaron 1.000 toneladas de bombas y se perdieron tan sólo tres aeroplanos. Murieron no menos de 5.000 personas ese día. En esa semana morirían 40.000 de los 600.000 habitantes de la ciudad.
El avance alemán por tierra procedía de Gumrak, y lo hacía de manera brutal y arrolladora. Ese mismo día, el 23, la vanguardia del 6.º Ejército alemán alcanzó el Volga. Los soldados estaban emocionados por haber avanzado desde el Don en menos de doce horas, y la moral estaba alta, confiando en una caída rápida de Stalingrado. Por el sur, el avance de Hoth era más lento, ya que Yeremenko había colocado la mayor parte de sus fuerzas contra el 4.º Ejército Panzer, además, Hitler le había quitado al general Hoth un Cuerpo Blindado.
El 29 de agosto, cuando las primeras líneas alemanas aparecían ya en el horizonte de Stalingrado, llegó a la ciudad Zhúkov, quien recientemente había sido nombrado Vicecomandante en Jefe, segundo después de Stalin.
Los primeros carros de combate alemanes llegaron a los suburbios el 1 de septiembre. En aquel momento convergían sobre Stalingrado, por el sur, las 29º y 14º Divisiones motorizadas; por el oeste se acercaban la 24º, 94ª, 71º, 76ª y 295ª Divisiones de infantería blindada; por el norte y hacia el centro de la ciudad, la 100ª División de cazadores, la 389º y 60ª División de infantería motorizada. La ciudad era defendida en ese momento sólo por unos 40.000 soldados contra el 6.º Ejército y el 4.º Ejército Panzer. Estas tropas no sabían (y no debían saber, por motivos de seguridad) que el Ejército Rojo preparaba una ofensiva a gran escala contra el 6.º Ejército alemán.
Stalin, que instaba a Zhúkov a salirles al encuentro e interceptar dichas fuerzas enemigas, replicaba:
¿No entienden que si entregan Stalingrado, el sur del país quedará separado del centro, y probablemente no podremos defenderlo? Además de perder nuestra principal vía fluvial, no sólo es una catástrofe para Stalingrado, sino para el país, dado que se perderá el petróleo también.
Se lanzó una contraofensiva que logró aliviar en parte la situación respecto del norte de la ciudad. La orden de Zhúkov era terminante: «¡No entreguéis Stalingrado!».
Las fuerzas alemanas atenazaron Stalingrado. Hitler, que no había deseado la guerra de guerrillas en Moscú y Leningrado, ahora bramaba por la conquista de la ciudad: eso implicaba la guerra calle por calle, casa por casa, el tipo de combate para el cual la Wehrmacht no estaba preparada.
Este repentino cambio de objetivos halla explicación en el hecho de que la toma del Cáucaso había fallado a manos del mariscal de campo List, y por lo tanto, Hitler deseaba tomar la ciudad como una forma simbólica de ocultar la carencia estratégica de los pozos petroleros. De esta manera, Hitler se convenció a sí mismo que si lograba conquistarla, abriría de nuevo la puerta a esa riqueza.
Cuando Chuikov llegó al dantesco escenario, Yeremenko y Jrushchov le preguntaron: «—¿Cuál es el objetivo de su misión, camarada? —Defender la ciudad o morir en el intento», contestó firmemente Chuikov. Yeremenko observó a Jrushchov, y tuvo la certeza de que Chuikov había entendido perfectamente lo que se esperaba de él.
El nuevo comandante se encontró con menos de 20.000 hombres y 60 tanques, así como unas deficientes defensas. Chuikov reforzó las defensas antiaéreas de la ciudad y asimismo fortificó aquellos lugares donde se pudiera contener al enemigo, en especial la colina de Mamaev Kurgan y el barranco del río Tsaritsa. Además retiró la mayor parte de su artillería a la ribera oriental del Volga y fomentó el despliegue de francotiradores, entre ellos el famoso Vasily Zaitsev.
El mismo día que Chuikov tomó el mando del 62º Ejército, Paulus se encontraba en Vinnitsa, en el Wehrwolf con Hitler, que quería saber cuándo caería la ciudad. Paulus se encontraba preocupado por los flancos de su 6.° Ejército, que estaban desprovistos de unidades mecanizadas de consistencia y eran resguardados por ejércitos de varias nacionalidades: rumanos, italianos, húngaros. Estas fuerzas de inferior calidad resultarían ser el talón de Aquiles de las fuerzas alemanas en Stalingrado, unos 20.000 soldados en aquel momento. No obstante, Hitler minimizó esta debilidad, convencido de que el frente soviético estaba al borde del colapso, falsa confianza que fue contagiada a Paulus.
El 14 de septiembre, se inició el primer intento alemán de tomar la ciudad —que se pensaba sería el único intento— y la 71ª División alemana llegó al centro de Stalingrado, acercándose peligrosamente al embarcadero principal, la terminal de llegada de refuerzos soviéticos. En estos combates cae abatido el teniente Rubén Ruiz Ibárruri, el único hijo de La Pasionaria española, en la estación central de la ciudad.
Yeremenko alertó a Stalin de la llegada de más tanques alemanes a Stalingrado, por lo que se envió a toda prisa a la 13ª División de Fusileros de la Guardia del coronel general Alexander Rodimtsev, que había participado en la Batalla de Guadalajara como asesor. Esta división de élite perdió el 30% de sus efectivos el primer día, pero con la ayuda de Katiushas y de los francotiradores lograron mantener alejados a los alemanes del río.
Por el sur, el XLVIII Cuerpo Panzer del 4.º Ejército Panzer avanzaba hacia el centro de la ciudad. Un enorme silo de cereales fue aislado por las fuerzas alemanas, que fue defendido por soldados e infantes de marina soviéticos durante más de diez días. No obstante el poderoso ataque alemán, los soldados del Ejército Rojo resistieron sin agua ni comida, hasta agotar sus municiones y finalmente sucumbieron en un feroz combate cuerpo a cuerpo. El general Paulus decidió que el enorme silo sería colocado en la banda que sus soldados recibirían al conquistar la ciudad.
Probablemente este fue el momento más crítico para los soviéticos en la batalla, ya que los alemanes asaltaron al 62º Ejército en un momento muy grave. En efecto, el desastre solamente pudo ser evitado gracias a la rápida llegada de la 13ª División de Fusileros de la Guardia del general Rodimtsev, si bien esto fue reconocido después. La reactivación de la 8ª Fuerza Aérea Soviética, también fue importante.
Rattenkrieg
Para mediados de septiembre, ocho de las veinte divisiones del 6.º Ejército alemán se encontraban luchando encarnizadamente dentro de la ciudad; no obstante, los soviéticos no paraban de alimentar el frente con refuerzos de Siberia y Mongolia. El general Paulus, enfermo de disentería, era presionado continuamente para que informara de la fecha en que caería Stalingrado y desarrolló un 'tic' en el ojo izquierdo, que luego se extendió por el lado izquierdo de su cara.
En este momento, las bajas alemanas se dispararon, ya que el soldado alemán no estaba entrenado para combatir en las calles, que es la lucha más dura entre todas las formas de combate. Aunque Paulus sabía que las bajas soviéticas era por lo menos el doble que las alemanas, sus recursos humanos se disipaban rápidamente ya que nada más contaba con una división en la reserva.
En este campo de batalla, los alemanes estaban bajo constante tensión ya que el soldado soviético se había convertido en un maestro del camuflaje y las emboscadas eran comunes. La noche no ofrecía descanso al alemán, ya que los defensores de la ciudad preferían atacar de noche, neutralizando el peligro de los bombarderos alemanes. Sin embargo, la noche no era una limitación para los bombarderos rusos, que pasaban sobre la ciudad arrojando pequeñas bombas de 400 kilogramos. Finalmente, el 6.º Ejército solicitó a la Luftwaffe que mantuviera la presión sobre la aviación soviética en la noche, porque «las tropas no tienen descanso».
Si los bombardeos nocturnos, las minas antipersonales y las emboscadas de la infantería enemiga no eran suficientes para mantener alerta a los alemanes en Stalingrado, los francotiradores sí lograron captar la atención de los oficiales germanos. El número de oficiales muertos por francotiradores también se disparó y muy pronto se tuvo que recurrir a realizar promociones prematuras, con el fin de reemplazar a los caídos.
La neurosis que un soldado podría desarrollar por estar sometido constantemente al grado de tensión de la llamada Rattenkrieg (guerra de ratas) no era excusa para abandonar el campo de batalla, ya que tanto alemanes como soviéticos no reconocían esta condición y la calificaban de cobardía, que usualmente era solucionada con la ejecución inmediata.
La artillería pesada se volvió inútil en este ambiente de lucha urbana, ya que debido a la falta de precisión de la misma, no se podía atacar una casa ocupada por el enemigo, porque las casas vecinas estaban ocupadas por tropas amigas. Chuikov ordenó que la artillería fuera trasladada a la orilla oriental del Volga, y que atacase detrás de las líneas alemanas, con el objetivo de destruir las líneas de comunicación y las formaciones de infantería en la retaguardia. Para saber hacia dónde disparar, un oficial de observación debía asomarse por la azotea de un edificio en la ciudad, lo que en muchos casos significaba la muerte a manos de un francotirador alemán. Solamente los Katiusha fueron dejados en Stalingrado, ocultos en el banco de arena del Volga.
A diferencia de los puestos de mando alemanes, los puestos de mando soviéticos se encontraban en la ciudad, y, por lo tanto, expuestos a ser atacados. En una ocasión, un tanque alemán se situó en la entrada del búnker del comandante de artillería del 62º Ejército y éste, junto con su personal, tuvo que cavar para salvarse.
Pese a que la iniciativa, la razón de bajas enemigas per cápita y los mejores medios técnicos correspondían a las tropas alemanas, el ejército invasor tuvo grandes dificultades en conquistar una ciudad que, al haber sido salvajemente bombardeada, disponía de condiciones ideales para una defensa calle por calle. Los ataques combinados de infantería y blindados resultaban inútiles en el caos de la lucha urbana.
Pronto la ciudad se cubrió de una atmósfera repulsiva y pútrida. La razón era obvia: los cadáveres de ambos bandos se descomponían bajo los escombros. La pestilencia y las enfermedades pronto se hicieron sentir.
Incluso en este escenario dantesco también se practicaba la política antisemita nazi. La Feldgendarmerie (Policía Militar alemana) había estado capturando judíos y haciendo cautivos a civiles que fueran aptos para el trabajo y se ejecutó a unos 3.000 civiles judíos, entre ellos niños, por parte de los Sonderkommandos de los Einsatzgruppen y unos 60.000 fueron enviados a Alemania para trabajos forzados.
Los Sonderkommandos se retiraron de Stalingrado el 15 de septiembre, cuando ya habían matado a casi 4.000 civiles.
Sabiendo que el invierno se aproximaba, Paulus decidió acelerar la toma de la ciudad y preparó una ofensiva que se ejecutó el 27 de septiembre. La principal fuerza alemana atacó al norte del Mamaev Kurgan, cerca de los asentamientos obreros de las fábricas Octubre Rojo y Barrikady. Los alemanes observaron atónitos cómo los civiles que huían de los asentamientos para buscar refugio en las líneas alemanas era derribados por sus propios soldados.
Desde ahí, una división escogida de soldados alemanes capturó la «Casa de los Especialistas», donde se hicieron fuertes y comenzaran a disparar contra las lanchas que iban y venían por el Volga trayendo soldados. Los cañones de 88 mm, los Stukas y la artillería alemana competían en hundir las barcazas que traían soldados del otro lado del Volga; el mar Caspio empezó a recibir cadáveres.
Las bajas alemanas entre el primer y segundo día de combate sumaron 2.500 soldados, contra 6.000 soldados soviéticos; para los rusos la pérdida era terrorífica: casi 3.000 soldados morían por día.
Para octubre, los alemanes no habían conquistado la totalidad de la ciudad, pero sí habían ocupado el 80% de ella. En ese octubre, los alemanes capturaron las fábricas de tractores Octubre Rojo y de cañones Barricady, y las bajas rusas se incrementaron a razón de 4.000 soldados diarios.
Para octubre, Hitler y sus comandantes cayeron en la cuenta de que no podrían tomar la ciudad en otoño. El invierno se aproximaba, por tanto se hicieron todos los arreglos para pasar allí el más crudo de los inviernos, en recuerdo del terrible invierno anterior. Para fines de octubre se dejaron sentir las enfermedades en el soldado alemán: paratifoidea, tifus, disentería, empezaron a hacer estragos.
A fines de octubre los alemanes se enteraron por medio de prisioneros de que los soviéticos preparaban una gigantesca contraofensiva. Ellos mismos habían notado los movimientos en sus flancos. Para protegerse, Paulus había levantado una barrera en su flanco izquierdo para prevenir los ataques procedentes por el norte, sirviéndose de las unidades rumanas, italianas y húngaras.
En efecto, el alto mando soviético preparó una gran ofensiva dirigida contra esos flancos norte y sur; se estaban acumulando cerca de 1.700.000 hombres, es decir, cerca de 200 divisiones, la mayoría siberianas, además de carros de combate y cañones procedentes de Moscú y los Urales. El plan consistía en una maniobra de pinza para cercar, copar y embolsar al 6.° Ejército entero, irrumpiendo en la retaguardia alemana por los dos flancos norte y sur, atacando allí donde las fuerzas del Eje fueran más débiles. Si bien en un primer momento Stalin se negaba a desviar recursos del propio combate urbano, vio en estos planes la mejor oportunidad de cambiar el frente sur, y de revertir toda la situación de Stalingrado, por lo cual apoyó la idea del cerco, aunque esto significara reducir el cupo de municiones del 62º ejército rojo que defendía por sí solo la ciudad. La idea de rodear a un ejército alemán en estas condiciones eran en todo osada, pero no había otra posibilidad viable luego de los constantes errores en las ofensivas soviéticas de comienzo del 42.
Llegó el invierno con sus nevadas y la ciudad quedó sumida en un manto blanco con temperaturas que rondaban los -18 °C. Los combates callejeros cesaron casi por completo durante la noche.
De noche, los grupos enfrentados hacían señales de tregua temporales con banderas que asomaban en los orificios de las ruinas. Y se permitía tácitamente retirar algunos caídos en la tierra de nadie, y además se realizó un intercambio no oficial de abastos entre pequeños grupos de ambos bandos, realizado muy a escondidas en treguas concertadas espontáneamente. De ser sorprendidos por la oficialidad, la ejecución era inmediata por confraternizar con el enemigo. De día, la lucha se reanudaba.
El 19 de noviembre de 1942, los 3.500 cañones soviéticos comenzaron a machacar despiadadamente las líneas enemigas más débiles entre Serafimovih y Klestkaya, estas eran las formaciones rumanas que se encontraban escasas de material antitanque, entre la nieve y la bruma mortecina del paisaje. Al son de trompetas, los obuses y Katiushas se dejaron caer en el sector rumano. Después de una hora de martilleo, los batallones de fusileros avanzaron sobre las filas de rumanos e italianos.
Los rumanos del II y IV Cuerpos pudieron contener las primeras oleadas de atacantes y luego fueron arrasados por carros de combate T-34 hacia el mediodía. Cuando los fortines fueron demolidos, los rumanos echaron a correr por la planicie blanca, siendo perseguidos por las oleadas siberianas. Si bien hubo algunos intentos de responder al ataque, los comandantes del 6° Ejército no tomaron en serio el ataque hasta que fue muy tarde, inclusive los combates en la misma ciudad de Stalingrado no se detuvieron durante varios días una vez comenzado el ataque ruso. Los Stukas acudieron al lugar del desastre y ya nada se pudo hacer.
Si bien el ataque del sur fue por muchos factores más débil, este sector fue también atacado con éxito y las columnas de la trampa avanzaron sin grandes reveses, salvo contraataques aislados que apenas produjeron momentáneas detenciones. El objetivo donde convergían las tenazas de la trampa era el pequeño pueblo de Kalach y su puente, donde los alemanes no poseían una fuerza para enfrentar la amenaza y donde quedaban expuestos sus talleres y depósitos de suministros. El desastre era total, el VIº Ejército de Paulus quedó encerrado en Stalingrado con unos 250.000 hombres y sin suministros mayores.
Hitler consideraba que la situación no estaba aún perdida y podría repetirse la situación producida en febrero de ese mismo año en la Bolsa de Demyansk, donde una gran masa de soldados alemanes pudieron resistir un prolongado cerco soviético mediante un puente aéreo. Tal idea llegó a oídos del jefe máximo de la Luftwaffe, Hermann Goering, quien sin consultar a sus asesores técnicos prometió a Hitler que sus aviones podrían realizar un vasto abastecimiento desde el aire. La promesa de Goering exasperó al general de aviación Von Richtofen pues el tiempo nublado con tormentas de nieve impediría volar a los aviones de forma sostenida e incluso haría imposible siquiera que despeguen. En estas condiciones Paulus radió un mensaje directo a Hitler:
Mi Führer: se nos agotan las municiones y el combustible. Abastecimiento suficiente y oportuno es imposible. En estas circunstancias, solicito plena libertad de acción. Paulus. Las tenazas soviéticas se cerraron en menos de 4 días de lucha. El 24 de noviembre ya era imposible fugarse de Stalingrado.
La División 94º al mando del general Walther von Seydlitz-Kurzbach, al ver que Paulus carecía de iniciativa ordenó a su tropa evacuar su sector y forzar el bloqueo, esperaba que las demás divisiones le siguieran en su retirada no autorizada. Apenas dejó su posición, le cayó encima el 62º Ejército Soviético y muchos de sus batallones fueron aniquilados sin contemplaciones, no hubo prisioneros.
Goering, de manera irresponsable, ante los informes advirtiéndole lo imposible de la misión —que recibió e ignoró—, prometió abastecer al Kessel con 500 toneladas diarias de pertrechos, pero apenas los aviones lograron llevar 130 toneladas en tres días de operaciones a horizonte raso y en medio de tempestades de nieve. Esto causaba que los vuelos nunca fueran realmente permanentes (como debía corresponder a un eficaz puente aéreo) sino que por causa del mal clima durante varios días las aviones no podían despegar de sus bases, o simplemente despegaban pero no podían aterrizar en Stalingrado.
Para aumentar los males, los soviéticos atacaron de manera audaz la principal base aérea de suministros, el aeródromo de Pitomnik, llegando a colapsar las bases de reaprovisionamiento y acentuando la escasez de aviones de carga para las operaciones del puente aéreo.
Sumado a las inclemencias climatológicas perjudiciales para los alemanes, los soviéticos lanzaban bengalas desde posiciones recién tomadas para hacer creer a los aviones de abastecimiento que en ese emplazamiento todavía quedaban soldados fieles al Reich que solicitaban suministros. Las provisiones caían en manos soviéticas dejando a los alemanes desprovistos de todo pertrecho.
Hitler, obsesionado, dijo a Von Richtofen: «Si Paulus sale de Stalingrado, jamás volveremos a tomar la plaza».
A principios de diciembre, surgieron las primeras bajas por inanición. A pesar de todo, los alemanes trataron de conservar la disciplina y la organización funcionó regularmente.
Stalingrado se convirtió en un caldero (Der Kessel) donde, sin agua ni alimentos suficientes, atacados por las epidemias y en medio del pútrido olor a descomposición, los alemanes se aprestaron a sufrir un largo asedio en medio de las mayores penurias. Hitler nombró a Paulus Mariscal de Campo, ya que ningún mariscal se había rendido en la historia militar alemana y esperaba que Paulus se suicidara antes de caer prisionero de los soviéticos. Pero los informes de las penurias que soportaban los soldados y que el mismo Paulus observó al revisar las tropas del frente, lo tranquilizaban al pensar que se había dado todo en la lucha y lo eximia personalmente de las obligaciones con este «cabo» que dirigía al país; de hecho, privadamente Paulus informó a los otros generales (como Arthur Schmidt, Seydlitz, Jaenecke, y Strecker) que él no se suicidaría y los demás oficiales estaban prohibidos de hacerlo para seguir la suerte de sus soldados.
Aún para los generales más incrédulos del régimen nazi, el hecho de que Hitler abandonara al 6° Ejército era algo impensable, por lo cual sentían esperanzas de un posible rescate. De esta manera la Wehrmacht se aseguraba de hacer todo lo posible por rescatar a este ejército cercado lejos de Alemania.
La ofensiva empezó el 12 de diciembre y el día 16, pero cuando estaban a unos 50 km, fue detenida por el segundo ejército de la Guardia, que destruyó la principal fuerza de ataque nazi, compuesta por más de 400 tanques. La detención significó que los soviéticos le atacaran con todo y lo hicieran retroceder 200 km. El ataque, que fue llevado a cabo por la sexta división blindada, de manera implacable al comienzo, se vio amenazado por otro contraataque soviético en la retaguardia, por lo cual se decidió retroceder de manera definitiva. Para empeorar las cosas el aeródromo de Tsasinskaia, el principal de los Ju-52 para reaprovisionamiento, cayó en poder soviético. Los repetidos intentos ulteriores de romper la bolsa del exterior (Von Manstein) fueron todos igualmente infructuosos.
El 25 de diciembre, en el Kessel, murieron 1.280 soldados de frío y hambre. Para el año nuevo, los soviéticos montaron una serie de cocinas y realizaron fiestas en la orilla sur del Volga con el doble objetivo de celebrar el año y mortificar a los alemanes cercados.
El 8 de enero los soviéticos realizaron un estrechamiento del perímetro y capturaron el único aeródromo que servía de conexión con el mundo exterior, Pitomnik: los alemanes tuvieron que reconstruir el de Gumrak gravemente dañado por ellos mismos para poder seguir recibiendo noticias. El 9 de enero se presentaron dos oficiales del Ejército Rojo en la línea occidental del frente alemán con un ultimátum de la Stavka para Paulus. Si dicho ultimátum no se aceptaba, los soviéticos lanzarían una ofensiva final contra el Kessel al día siguiente. El ultimátum fue rechazado. Las penurias se multiplicaron en el 6° Ejército Alemán, las epidemias diezmaban los soldados, la disciplina ya no existía y el hambre era tan atroz que los alemanes sacrificaron caballos, perros y ratas para poder alimentarse. Cabe destacar que aun en estas penosas condiciones, la resistencia del 6° Ejército era increíble, ya que las líneas del frente se retiraban combatiendo e infligiendo grandes bajas a los rusos que ejecutaban el plan anillo para acabar con los alemanes.
El 28 de enero Paulus trasladó el cuartel general hacia los sótanos del Univermag y allí se hacinaron unos 3.000 heridos de diversa consideración, enfermos de tifus, paratifoidea y disentería. Los casos graves o que requerían cirugía prolongada eran colocados afuera para que murieran de frío.
Un aviso le llegó el 30 de enero de parte de Hitler a Paulus: le sugería que se suicidara ya que le había nombrado Mariscal de Campo y bajo las órdenes de Hitler ningún Mariscal se podría entregar vivo al enemigo. Un tanque ruso se acercó al cuartel general de Paulus, en el que venía un intérprete que había sido enviado por Paulus, el mayor Behr. El 31 de enero por la mañana, Paulus se rendía con cerca de 90.000 soldados, los restos de un ejército de 250.000 hombres. Sólo volvieron a Alemania 5.000 supervivientes. Se convirtió en el primer mariscal que capitulara en la historia alemana, desobedeciendo así a Hitler, atenazado por las tropas soviéticas, la falta de alimentos y el frío polar de la estepa rusa, para el que sus tropas no tenían material suficiente en un gesto sin precedentes en la Wehrmacht. El 2 de febrero se rindió el último grupo de soldados alemanes en los escombros de la fábrica de tractores Octubre Rojo, y es la fecha en la que terminó oficialmente la batalla.
Las consecuencias de esta catástrofe fueron inmensas y de gran alcance. Por primera vez, Alemania perdía la iniciativa de la guerra y tenía que colocarse a la defensiva. De hecho la Wehrmacht carecía ya de los elementos logísticos necesarios para avanzar más hacia el este y las orillas del Volga fueron precisamente el punto más oriental alcanzado por tropas alemanas en Europa. Después de esta batalla la Unión Soviética surgió engrandecida y con la iniciativa de la guerra que la asolaba en las manos de sus líderes.
Además, el comandante de la Luftwaffe, Hermann Göring, cayó en desgracia ante Hitler perdiendo crédito entre la élite del régimen nazi así como prestigio entre los militares, al no poder cumplir la orden de abastecer por aire a las fuerzas alemanas cercadas, como había prometido.
El III Reich perdió todo el 6° Ejército y parte del 4º Ejército Panzer, e incontables recursos materiales que no se pudieron reemplazar con la misma facilidad con que la URSS podía con sus propias bajas (aún más terribles incluso que las alemanas). De hecho, entre muertos, heridos y prisioneros la Wehrmacht había perdido más de 200.000 combatientes, muchos de ellos experimentados, que serían muy difíciles de reemplazar en poco tiempo
Los soviéticos, aparte de recibir una ciudad prácticamente destrozada, habían sufrido un millón de muertos civiles y más de 850.000 bajas militares.
Según el calculo más alto, si se incluyen a todas las fuerzas que pelearon en el Volga, murieron o fueron heridos 150.000 de soldados del Eje y 1.000.000 de soldados soviéticos (incluyendo prisioneros muertos en cautiverio y heridos muertos tras ser evacuados) y cerca de 2.000.000 de civiles encontraron su fin (incluyendo refugiados y gentes que vivían en pueblos y ciudades donde también se combatió). El número total de muertos fue de hasta 2 millones.
El triunfo de esta batalla trascendió los límites de la Unión Soviética e inspiró a todos los aliados, incentivando la resistencia en todas partes. El rey Jorge VI de Inglaterra le regaló a la ciudad una espada forjada especialmente en su honor, y hasta el poeta chileno Pablo Neruda escribió el poema «Canto de amor a Stalingrado», recitado por primera vez el 30 de septiembre de 1942 y el poema «Nuevo canto de amor a Stalingrado» en 1943, celebrando la victoria, lo cual transformó esta lucha en un símbolo y en un punto de quiebre para toda la guerra.
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